miércoles, 5 de enero de 2011

EDICION 2010




Zulma Olivetta coordinadora

ROMANCE DEL AMOR ROTO

El bosque albergó a la niña

por las sombras asustada.

Corrió con su alma desnuda

a través del alba clara,

la tierra la protegía,

mágica tierra asturiana.

Mandó el Ñuberu a la lluvia

y ésta le enjugó la cara.

Cuatro desalmados vieron,

la niebla los ocultaba.

Cruel oportunidad,

de asestar sus estocadas.

Diz que era una bruja buena

por su origen castellana;

Laurel buscó con la mano

que maleficio sacara,

cuando noble inglés llegó

que ansiosa espada llevaba.

Vio la injusticia acechante,

se acercó, presto, a la dama;

defendió al punto su honor;

mató a los hombres con calma.

Y con calma a la doncella,

bajo la lluvia dorada,

cubrió con su dulce manto.

Ella miró horrorizada

los cuerpos de los bárbaros,

y agradeció embelesada.

Fue cómplice el aguacero

de pareja enamorada.


Marcharon, pues a Santiago

por la senda señalada.

En busca de bendiciones,

más dicha el Santo non daba

sin prueba de amor sufrir.

De bruja ha sido acusada

con trampas doña Leonor

por un bribón señalada,

Cómplice de aquel horror

provocado en la alborada

por él mismo y sus hermanos:

es su guía de venganza.

Prometió nunca cejar.

Cual vil fiera fue cazada

pese al inglés caballero,

Diz sir Willian se llamaba

el valiente capitán.

Fue juzgada y condenada

allí por el Tribunal...


Fue por su amante salvada

nuevamente y, sin pensar,

huyeron una mañana

hacia América por mar.

Seguidos fueron por saña

por un noble cizañero

que a Satanás invocaba

Y, con cruel habilidad,

Diz, que a la pareja odiaba

muy cruelmente separó y

para que no se encontraran

fuerzas del mal convocó:

la niña siguió embarcada

y sir William se esfumó.


Diz que Leonor, loca, vaga;

Diz que nunca se casó;

Diz que busca desolada

entre valles y desiertos,

cavernas y salamancas

magias y pueblos y azares.

Que aquel mal hecho, deshagan.

Andrea Verónica Luna






UTOPIAS

El silencio tenebroso

de mi cuarto,

la ropa tendida en la

soga

los libros apretados,

amontonados

la máquina de escribir,

muda.


Cuadros, cientos de

ellos

un metegol sin balón

y los jugadores

lesionados,

la tele como una caja

boba.


Un canasto que oficia

panaderos

una pava que se

calienta

sobre una resistencia,

la cortina, los posters,

mis camisas.


Un poco de sol de

este cuarto

apartado en la nada

perdido en los

suburbios

refugio de mis

pensamientos

diáfanos.


La cómoda impecable

la cama desarreglada

poesías apiladas y

yo...

resistiendo a las

utopías.

Javier Galarza





EL BANDIDO


El bandido acecha, camina entre la gente en contra del reloj y en el vértigo de lo cotidiano. Nadie percibe su presencia, pero sus ojos negros están en alerta, con su cuerpo rígido, buscando veloces a su próxima víctima. Es muy elegante con su porte de varón, nadie sospecharía de él. Un hombre como él, no puede ser culpable de un crimen. Tiene su arma entre sus ropas, imperceptible. El destino está marcado por el azar, una víctima no es fácil de encontrar, con la edad justa, el momento indicado, con el gesto apropiado saltara sutilmente sobre su víctima femenina. No importan los testigos, jamás lo delatarían aunque sospechen. La noche vuelve a las personas más inofensivas y la tormenta las hace más vulnerables. Es imprescindible su ataque.
La lluvia agrede furiosa el silencio, no hay gente visible. La atmosfera primaveral, no alerta el peligro que acecha. Las luces dejan al desnudo. Las luces dejan al desnudo las frenéticas gotas, que como si fuera una travesura, asustan a los transeúntes. De apoco la tormenta se calma, se vuelve más dócil, y la lluvia cae sutil, como una caricia. Las luces revelan su intención y los arboles las disimulan. El cielo rosado, la cálida humedad, los relámpagos que fugaces iluminan. No se siente peligro como en las negras noches de luces traicioneras, esta noche es distinta.
El bandido tiene su escondite tras las sombras, no siente temor ni peligro porque el mismo marca el destino d e la desgracia. El ambiente es perfecto, de apoco la gente vuelve a surgir y todo parece volver a la normalidad. El regreso a casa siempre es más desesperante, obliga a la gente a huir del tiempo en contra. Solo se divisan, desde un rincón oscuro, los veloces paraguas que caminan, están abiertos sin que llueva y no permite ver a sus ocupantes. No se aprecian si son femeninos o masculinos, viejos o jóvenes, solo se sabe si que si son de color o florido puede que corresponda a una mujer, tal vez si el motivo fuera del tipo animal, como podría ser felino, puede ser una mujer de más de cuarenta, o quizás cincuenta o quizás aunque la amenazara nunca confesaría su edad. El cielo amenaza con sus truenos y los paraguas caminan más rápidos, las centellas permiten observar algún fugaz detalle de alguna cartera o pollera, detalle de poca precisión para la exactitud de su trabajo.
El momento antes de que comience a llover, la llovizna, es cómplice. La víctima se aproxima, el bandido se arregla la solapa de su tapado, peina su corte varonil con los dedos y espera al acecho como las fieras esperan a sus víctimas. Una mujer se acerca, sin testigos a la vista, no aprecia su rostro, pero la forma de caminar tan nerviosa, la forma de sacudir la estampa a rayas de su paraguas, es de una mujer perturbada que piensa en alguna cosa que la hace más inofensiva, desprevenida al infortunio de su destino. El victimario inspecciona sus armas entre sus ropas y sale a la caza, tapa su cabeza con un sombrero de malevo y camina con su sobretodo, cubriéndose como si la lluvia fuera más fuerte. Camina tan tapado que no ve a la persona que se le acerca, y esta mujer tan preocupada va, que tampoco se da cuenta de la persona que tiene enfrente. El hombre toma impulso y salta sobre la desprevenida mujer, ante el improviso atropello la mujer se turba y pierde el equilibrio de sus tacos, el hombre actúa rápido, para evitar que callera sobre la mojada calle, la toma de la cintura y es ahí cuando el mundo se detiene, y por un instante mantiene la respiración, clava sus ojos negros en esa mirada aturdida, ,los clava como el cazador en peligro es descubierto por su presa y clava el puñal a su fiera y lo sostiene para asegurarse de que caiga. Es infalible su técnica no falla, la mujer indefensa siente pudor y de repente un color sonrojado la envuelve. El bandido aprieta su cintura con fuerza, para que su víctima no se escape, y de repente la suelta como si estuviera cometiendo un sacrilegio y agacha la cabeza como el criminal que es. La mujer desconcertada lo mira con asombro no comprende la situación, el bandido vuelve en si y con sus ojos profundos como la noche la mira y haciendo un gesto de desconcierto le pide perdón, sigue su camino pero al dar el primer paso retrocede busca entre sus ropas un arma letal, mientras con voz firme le dice- nuevamente, disculpe- y saca de sus ropas una rosa roja que con la cálida llovizna le otorga un encanto. La mujer nuevamente se sonroja y el de cabeza gacha sigue su camino. La mujer lo mira y con un grito desprevenido lo llama -¡joven!- entonces el bandido se para como si el mundo se hubiera detenido y disimula una mueca de sonrisa porque su presa ya cayó
.


DIANNE LEE








EL DUENDE DE TU SON... CHE BANDONEÓN

En Alemania naciste y encerraste la voz

de las iglesias en requiems y salmos.

¿Pero quién sabe el misterio por el cual

te adueñaste de nuestra música ciudadana

y entraste al arrabal?

Tal vez porque la callecitas de Buenos Aires

tienen ese qué sé yo,

llegaste a estas tierras del sur,

para hablarles a las percantas,

cafishos, papusas y compadritos

y ser parte de mi pueblo... Y dueño de su alma.

Se ensamblan miles de piezas

para dar paso al lenguaje poético

que acarician las maños de Raúl Garello,

Osvaldo Piro, Leopoldo Federico,

el Maestro Varelense, Ernesto Porto, y tantos

otros..

Quejas de Bandoneoón dolientes cuando

"Pichuco" partió,

flotando en el adiós...

Contame Bandoneón, sí... contame la pena de

Malena

sorteando Baldosas Flojas para no caer Cuesta

Abajo en la rodada...

y escuchar su risa loca...

"Quevachache", che Bandoneón, pa´que te

oigan.

Tus quejas lastiman, ¿serán tus graves que

desgarran?

Y la dulce melancolía del dolor de ya no ser...

rezonga fuelle querido, desgranado cada

acorde,

en cada nota, el sollozo de una sublime

sensación de perfección,

donde el duende de tu son, ha marcao un dolor...


Delia Irma Bifaretti



LA RUECA DE LA ABUELA

Danza la rueca, el hilo enreda
Y sueña palpar las formas
De alguna doncella.
La anciana Esperanza
Aguarda paciente.
El tributo justo de sus esfuerzos.
El vellón duerme en su regazo.
La abuela retuerce, alarga.
El vellón cede.
La rueca canta, el hilo enreda.

El vellón se afina, llevando consigo
Hebras de plata de la abuela.

El rodete se alarga, cae en su seno.
Llora las hijas que va perdiendo.
El vellón traga las que encuentra.

A paso lento se va el rodete.
La rueca danza, el hilo enreda.
La Esperanza llora.
Ya nada espera, el vellón se acaba.
La onza no llega.
La abuela está calva.
Calla la rueca.




Elvira Vieyra



LA MURLISTA (GENESIS)
En la década de los 90 vine a trabajar a Florencio Varela. Por aquella época, yo venía de Quilmes al mediodía, y tomaba el 324, tipo diez de la noche, para volver a casa. Era pleno invierno y me llamó la atención que todas las noches había tres chicas que pintaban unos hermoso murales en las viejas paredes de la estación ferroviaria.
Una vez, les pregunté porque trabajaban en medio de tanto frío y de noche. Me dijeron que era la única hora que se lo permitía el movimiento de pasajeros de El Halcón, pero que ellas estaban satisfechas con ese proyecto de cambiarle la cara a nuestra querida Florencio Varela.
Los murales quedaron muy lindos, cada cuadro representaba un paisaje distinto de nuestro país, más un homenaje a Gardel y hasta una placa de mármol en reconocimiento al gran bandoneonista Arturo Penón.
A pocos meses, la empresa que había privatizado le Ferrocarril General Roca, tiró abajo las paredes con murales y todo, y en su lugar constituyó locales para la venta de “todo por dos pesos”, de” escolazo oficial”, etc. ¡y chau arte popular y arriba piqueta neoliberal!
El neoliberalismo de esa década infame, dejó mucho más que leyes y mandamientos, yo solo recordaré algunos:
1) Así como el enunciado científico “Nada se gana, nada se pierde, todo se transforma”, el neoliberalismo dice que nada se gestiona desde el Estado ni sus instituciones –todo se privatiza- es decir, los servicios, la educación, el transporte, la salud, la conciencia, etc…
2) No vale la pena no fabricar nada en el país, dado que todo lo podemos comprar más barato made in China, o Taiwán ¿la desocupación? Bien, gracias.
3) No ha que esforzarse por estudiar, capacitarse, dado que no hay trabajo y además, en esta argenlandia moderna, hay una gama impresionante de juegos de azar, y quien te dice un día Riverito te canta el “ooocho” y te paras para todo el viaje.
4) Nada de consumir comidas tradicionales, ni frutas, ni leche, ni verduras, “libérate mujer de la cocina”. Para eso está el “fast –food” neoliberal y la comida chatarra y los jugos y gaseosas químicas de bajo costo y alto perjuicio estomacal. Nada de humitas, tamales o mazamorra sabrosa y nutritiva, que nos legara el Dios Inca Viracocha. El nuevo Dios se llama Mc. y compañía, ¡Amigous!
5) Un fresco de Berni, un libro de Sábato, un tango de Pugliese o Piazzola, una buena obra de teatro, una medalla de oro en los juegos olímpicos, una operación de by pass exitosa, un gol de Maradona a los ingleses, una gracia otorgada por nuestro Señor, una vida salvada por un médico, todo eso junto no vale lo que vale es tener una buena cuenta en el City Bank.
6) Finalmente y para no hacerlo largo, no pintar, no escribir poemas, no estudiar música, etc. En una palabra, no crear ni imaginar algo mejor, no participar en nada ¿para qué? Si como dijera George Orwell en su obra 1984: “El Gran Hermano piensa por ti, obra por ti, te vigila todo el tiempo y si osas pensar por ti misma te hace desparecer”. Entonces, porque crear si todo ya está creado y lo tenés a la alcance de la mano con un solo “llame ya”.
7) Otro de los dioses modernos para incomunicarse es el celular… ¿O no me dirán ustedes que decir “no cuentes conmigo”, “no te amo más”, o “por favor, no molestes”, no es más fácil con un simple mensaje de texto, que dando la cara?
El poema que sigue , es un homenaje a los artistas plásticos, y lo es también para todo aquel que se atreva a escribir un poema, a templar una guitarra, ser Romeo o Julieta, cantar una canción, es decir, todo aquel que a pesar de la barbarie, se permita luchar y soñar con un mundo un poquito mejor.









LA MURALISTA

Qué sagrado misterio
Tiene la muralista,
Que trepada al andamio
De su pensamiento,
Pinta una vez la tierra,
Pinta una vez el cielo,
Tan solo con el trazo
De su corazón abierto.

De qué alquimia lejana
Su arte-oficio está hecho,
Que a los muros comidos
por el hambre del tiempo,
va sembrándoles árboles,
va soltándoles pájaros,
tan solo con la magia
del esmalte sintético.

De su paleta caen,
Por un despeñadero,
Los tonos impensados
De todo el Universo,
Y en un bosque bañado
Por el sol del invierno,
Para el canto del mirlo,
Van creciendo lo cedros.

Detrás de los andenes,
En donde nace el centro,
Cuando al último tren,
La luna va subiendo,
La muralista viene,
Por la falda de un cerro,
Y es un niño dormido
El pincel en sus dedos

Hasta sus ojos llegan,
Como al imán al hierro
La mariposa, el tigre,
Los ruidos y el silencio;
Cuando todos los pájaros
Hacen un nido en su pecho,
Entonces, solo entonces,
Ella levanta vuelo.

En algunas paredes,
Hay cicatrices duras:
De balas represora,
De sangre de otro tiempo,
Pero gracias a ella,
Solo son agujeros
De flautas o de quenas
De un mágico concierto.

La muralista logra
con el color y el tiempo
una metamorfosis
del pasado funesto.
Jamás para el olvido
Tal vez para el recuerdo,
O tal vez simplemente
Para empezar de nuevo.

Porque el amor y el arte
Fundacional y eterno
Permite atisbar
Un horizonte bueno;
Solo el amor y el arte
No dejaran vencer
Al suicidio masivo
Que nos propone un tiempo
De globalizaciones
Y hambres que no entiendo.

Por Florencio Varela
Anda una muralista;
Las paredes decrépitas…
Tienen miedo.

Ricardo Carabajal








Las fotos pertenecen a la presentacion de la edición del Taruma Literario 2010 realizada en la Casa de la Cultura de Florencio Varela

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